Washington acoge ‘La escalera de la evasión’ de Miró
(11/05/2012)




‘La escalera de la evasión’, una obra emblemática de Joan Miró, presta su título a la exposición más espectacular de cuantas se celebran en Washington esta temporada. La National Gallery de la capital estadounidense reúne hasta el 12 de agosto un centenar de obras del creador español más abstracto de todos los surrealistas, en las que se revela como un hombre comprometido con los problemas de su tiempo.
Más de la mitad de las piezas que ahora pueden contemplarse en Washington proviene de colecciones privadas, por lo que resulta inimaginable que se pueda repetir una ocasión como ésta. Están sus primeros cuadros, que reflejan con cierto aire naif su conexión con el medio rural, y los misteriosos paisajes animados de 1927, cuando empezó a simplificar las formas con grandes masas de color. ‘La escalera de la evasión’ muestra a un artista innovador, inexorablemente atraído por la experimentación y muy sensible a las injusticias políticas. También al hombre introvertido, recluido en su exilio interior, que redescubrió en el Mediterráneo una poética más próxima a los sentimientos que a la ensoñación surrealista.
El recorrido de esta exposición se detiene muy particularmente en la reivindicación de la identidad catalana, como se encargaron de subrayar en Londres los gestores de la administración regional, que financiaron muy generosamente el estreno de esta exposición en la Tate Modern. Hacía 50 años que la capital británica no dedicaba a Joan Miró una exposición “a lo grande”, con pinturas, esculturas y obras sobre papel que viajaron desde museos tan importantes como el MoMA, el Metropolitan o el Pompidou. Aunque algunas de aquellas piezas maestras no puedan verse en Washington.
“Elegimos ‘La escalera de la evasión’ como título de la exposición porque alude a la ambigüedad de estar anclado en el mundo a la vez que se intenta escapar hacia algo más etéreo”, explica Matthew Gale, conservador de la Tate Modern, a quien llama la atención que Miró estuviera comprometido con las ideas políticas “en ciertos momentos”, y que otras veces prefiriera “huir de la realidad“, como cuando pintaba insectos y constelaciones.
La dualidad de Miró también se hace evidente cuando se muestra como un hombre apacible en cuyo interior residía un alma atormentada. Sería el Surrealismo lo que le abrió “un universo que justifica y aplaca mi tormento", como él mismo escribió alguna vez. Pero, a diferencia de la obra de otros surrealistas, cuya retórica ha envejecido ostensiblemente, la de Miró resulta fresca y lozana casi un siglo después de su creación.